- Todo sorprende en el análisis del BCE del periodo 2009-2013.
- Los españoles han perdido 13.000 euros de media en términos de riqueza.
- Están alineados con irlandeses o griegos, que también han padecido el 'pinchazo' de la burbuja inmobiliaria.
- Germanos u holandeses, sin embargo, se han 'forrado' entre 19.000 y 33.000 euros, gracias a las inversiones financieras.
- Paradojas: el BCE insiste en una política que ha provocado un océano de liquidez sin 'curar' las necesidades de financiación.
El perverso balance de la
crisis económica no se ha repartido en todos los países europeos por igual, también en la brújula del
BCE, que pone cifras a un periodo ciertamente gris, entre 2009 y 2013. Ojo, que la crisis, esencialmente de naturaleza financiera, venía de dos años antes, 2007, y no ha terminado todavía, en 2015. Queda claro, en cualquier caso, que el impacto en los ciudadanos -que sí forman parte de la economía real- no ha sido el mismo según qué países. En la imagen, la caricatura que publicó en el diario luso
Expresso a raíz de la intervención del país
En términos de
riqueza, los que más han perdido han sido los irlandeses y los españoles, 18.000 y 13.000 euros por persona, respectivamente. Pero hay muchos más españoles que irlandeses. También
los griegos están en ese bando: 17.000 euros
per cápita, según
Reuters.
En los tres casos hay que tener en cuenta el
pinchazo de la
burbuja inmobiliaria, que se ha traducido en una depreciación generalizada y a lo bestia del valor de las viviendas. Los precios, que se habían hinchado artificialmente en los años previos a la crisis, se desplomaron con igual fuerza después.
Obviamente, no es la única razón. Al empobrecimiento contribuyen también el nivel de ingresos,
difícil de sostener con menores salarios y mayores cargas. Las insufribles tasas de paro añaden el resto. Son la consecuencias de una crisis, financiera, que acaba golpeando a la economía real.
En el otro lado, el de los beneficiados, están, sobre todo, los holandeses y los alemanes, cuya renta
per cápita ha aumentado en 33.000 y 19.000 euros por habitante. Ojo, que Alemania tiene más de 80 millones de habitantes. Las razones, sin embargo, no dejan de ser sorprendentes. Entre otras cosas, se hicieron más ricos gracias a las rentabilidades obtenidas con sus
inversiones financieras.
Lógicamente, también en esos casos, porque las retribuciones no menguaron como en el sur de Europa y porque los fundamentales de sus economías eran más fuertes.
Paradojas de un sistema, que prima, como hemos señalado en varias ocasiones, al rentista por encima del creador de riqueza, sea empresario o trabajador. El aumento de plusvalías en el norte ha corrido en paralelo a las
minusvalías, sobre todo laborales, en el sur.
Por eso precisamente desconcierta la política monetaria del
Banco Central Europeo, que ha consistido en bajos tipos de interés e inyección masiva de dinero en la economía. A corto plazo puede ayudar a la recuperación remediando las necesidades de
financiación, pero a largo plazo, en el que estamos, alimenta sobre todo la
especulación. El dinero busca sobre todo más dinero, no creando riqueza -inversión empresarial-, que sería lo más saludable, sino acudiendo a la espiral de la rentabilidad financiera.
En otras palabras, esa política monetaria se vuelve contra sí misma creando un
océano de liquidez. El dinero, que en sus excesos también deprecia los bienes, no llega a los creadores de riqueza, entre otras cosas porque apenas deja margen de beneficio a los bancos, que temen además los impagos.
¿Cuál ha sido el destino del dinero, sobre todo?: la
deuda pública, siempre más segura que una pyme. Para los Estados, estupendo; para las empresas y los ciudadanos, perverso.
Rafael Esparza
rafael@hispanidad.com