• Las pérdidas aumentan el 8% (26,8 millones) por los gastos extraordinarios (26,2 millones).
  • Se escuda en la "la crisis de calidad en Italia" y "el rediseño integral de la estructura".
  • Las ventas bajan un 17%, pero la presión financiera arruina al pequeño accionista.
  • Desde que CVC lanzó la OPA, Deloleo se ha depreciado la mitad, pero un fondo de riesgo no pierde.
  • El futuro Gobierno debería plantearse algo para detener la italianización de la marca.
Los resultados de Deoleo, principal aceitera del mundo, tienen siempre dos lecturas: la puntual y la general, que está inseparablemente unida a su principal accionista, el fondo británico de capital riesgo CVC, lo que explica no pocas suspicacias. En modo muy rápido: es una marca nacional y estratégica pero controlada por extranjeros -por tanto, sin arraigo- y no por cualquiera, sino por un fondo de riesgo, condicionado siempre por la rentabilidad que espera y a costa de lo que sea. Pongan ahí el desguace que ya ha empezado a poner en marcha tras la venta de la planta española de Antequera (Málaga),  el cierre de la italiana de Inveruno (Milán) y el ERE que afecta al 13% de la plantilla. Y añadan a eso que es la primera decisión de la nueva cúpula directiva, marcada por la estrategia de dirigir la comercialización del aceite español según los intereses italianos. El consejero delegado es el italiano Pierluigi Tosato, con Gianluca Bolla, procedente de Barilla, en el Consejo y la presidenta pero sin poderes ejecutivos, la española Rosalía Portela, procedente de un ramo que tiene que ver todo con el aceite como ex Ceo de ONO. Dicho lo cual, se entienden mejor los resultados hasta septiembre comunicados a la CNMV. Las pérdidas en el periodo han aumentado un 8,8%, hasta 26,8 millones de euros, pero la razón principal está en los gastos extraordinarios (26,2 millones) por la "la crisis de calidad en Italia y el rediseño integral de productos, procesos, sistemas y estructura".  Pongan ahí, cómo no, las indemnizaciones por el cese de la cúpula anterior. Obviamente, hasta más razones, como la caída de las ventas, que ha sido de un 17,3%, hasta 519,98 millones, porque la empresa ha decidido abandonar su actividad en función de la rentabilidad, asegura, lo que no evita acuerdos, como el firmado con la cadena de alimentación DIA para vender a pérdida. Paradojas. Con todo, entre las grandes magnitudes una cara y una cruz. El resultado bruto de explotación (Ebitda) mejora un 19,3%, hasta 38,01 millones, mientras que la deuda financiera  aumenta un 4,5% y se sitúa ya en 547,9 millones. En el balance de los casi dos años que han pasado desde la OPA de CVC pesa la cotización, que siempre es un reflejo de los fundamentales de una compañía. Esa oferta fue a 0,395 euros por acción, que hizo cierto el dicho de que al tacaño y al pobre todo lo cuesta el doble, y a los títulos, ahora, le cuesta superar los 0,20 euros. Calculen la depreciación. Hablamos de una empresa con una capitalización de 225 millones de euros, y que ha puesto nerviosos a todos, accionistas, sindicatos y aceiteros. Todos esperan un plan de futuro, pero a un fondo de capital le importa más lo segundo que lo primero. El cruce de plan y futuro, sin embargo, debería interesar al Gobierno y el Gobierno (léase, la hasta ahora ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina) lo ha dejado pasar, pese a las buenas intenciones, que no han ido a más, con la retrasada entrada de la SEPI en el Consejo de Administración. Sobre todo si tenemos en cuenta su papel en la corrección de los precios de la aceituna (o si lo prefieren, que se pague por la materia prima como Dios manda) y que de ese sector depende la vida laboral de miles de familias. Rafael Esparza