La reciente destitución de Cayetana Álvarez de Toledo ha producido un terremoto político de primer orden. La decisión de Pablo Casado ha sido una torpeza que le va a costar un saco de votos conservadores del Partido Popular que migrarán sí o sí a Vox, el partido al que todos denominan de ultra y no es más que un partido conservador que engorda y engorda gracias a la torpeza sin límites, primero de Mariano Rajoy, mintiendo a sus votantes por la inacción de la política descerebrada de Zapatero, y ahora con Pablo Casado, que parece que se siente cómodo como ‘presidente’ de la oposición.

Pero no crean, en política no hay nada sin querer. Esto no es el fruto de un rebote de despacho -que seguramente también-. Cada movimiento que se realiza en política está medido con un tacticismo que día a día se aleja más de la sensibilidad del pueblo y se aferra más en el poder. El miedo de Pablo Casado a que le comparen continuamente con el Vox que nunca se atrevió a ser el Partido Popular, lo ha escenificado con este movimiento sacrificando uno de sus alfiles más relevantes del partido y del grupo parlamentario, Cayetana Álvarez de Toledo. Además, y esto es una maldad personal, de la sombra que hacía a todos los de su alrededor, especialmente a Teodoro García Egea, que cada vez que hablaba subía el pan un duro porque generaba el enfrentamiento directo a su principal competidor -que desgraciadamente no es el PSOE- y a la estructura conservadora de partido.

Pablo Casado sabe que ha perdido la única reserva conservadora que retenía a votantes que, a diferencia de él, sí están muy interesados en la reconstrucción cultural, porque saben que esa es precisamente la base para reconstruir un país echado a perder… ¡y eso lo sabe Casado! Sin embargo, le parece mucho más importante meterse en la cama con PSOE y que Pablo Iglesias y su Podemos vuelvan al pozo de donde no deberían haber salido nunca, hasta que el egocentrismo narcisista de Pedro Sánchez le tendió la mano para brillar aunque sea hundiendo al país.

Pero vayamos unas semanas atrás, cuando el partido coaligado del PSOE del gobierno monta un escrache político al Rey para tapar sus propias indecencias: corruptelas con países narcotraficantes y terroristas, su indecencia moral y machista en el caso Dina, y más recientemente la explosión de la caja B del partido, con sobres incluidos de sobresueldos. Sánchez es consciente que esa okupación en el Gbierno le salpica y le hace moralmente culpable si lo mantiene, y busca una salida digna. El presidente Sánchez, alias 'Trilero', propone acordar los presupuestos generarles y la reelección del poder judicial, dándole al Partido Popular posición preferente a pesar del cabreo de sus socios en el Gobierno, que a estas alturas de la película le da igual, porque en el fondo está buscando una rueda de repuesto en su andadura política, y Pablo Casado está encantado de pisar moqueta en Moncloa y parecer que es un opositor con visión de estado, mientras que la calle ve en él un mendicante político con corbata azul. Pero la vanidad del poder hace ciegos a todos.

Posiblemente, un previo a este escenario más que posible era pasar por el descabezamiento de su portavoz parlamentaria por exigencias del guión de la productora de películas de miedo 'Sánchez', o sus coautores, los mismos asesores y amigotes de partido de Génova.

Cuando Cayetana vuelva de sus días de desasosiego veremos qué pasa, porque se puede presentar como una entrega de su de acta de diputado, o todo lo contrario, seguir en el partido como una mina bajo las alfombras por donde han de pisar muchos de los que ahora se sonríen mirándola desde los ventanales de la sede del partido. En cualquier caso, nos espera un septiembre caliente, lleno de sorpresas, y que además reaparecerá Juan Carlos I en el panorama para terminar de aderezar esta ración de política española que tiene empachados a los españoles, a los que a su vez se les tiene embargados en la ruina absoluta, económica y moral, mientras el Congreso se sigue mirando el ombligo “porque yo lo valgo”.