A finales del siglo XIX, y tras la trágica muerte de su esposo y de su hija, la viuda heredera del imperio Winchester, presuntamente espiritista, dedica su vida a construir, a las afueras de San Francisco, una impresionante mansión-fortaleza donde pretende albergar a los espíritus de las personas fallecidas, todas ellas víctimas del arma que hizo puntera la empresa de su familia. No obstante, el resto de los miembros del consejo de administración de la compañía, de la que ella es accionista mayoritaria, deciden enviar, para valorar su estado mental, a un respetado psiquiatra,  Eric Price, con el objetivo de psicoanalizar a la señora y descubrir si los fantasmas que la atormentan pueden ser o no producto de una locura… Lo que distingue a Winchester. La casa que construyeron los espíritus de otras películas del género de terror, y le otorga cierta calidad, es que está basado en una figura real, Sarah Winchester, una auténtica millonaria de su época, cuya fortuna se labró gracias a la venta de los famosos rifles que llevaban su apellido, armas de repetición que fueron cruciales para la victoria del bando de La Unión en la Guerra Civil Americana. Por tanto, la fuerza del filme radica en la historia, tremendamente curiosa, de esta empresaria y también en los remordimientos y la necesidad de perdón que la impulsaron a construir multitud de habitaciones en esa mansión, donde se trabajaba 24 horas durante todos los días del año. También la película logra cierto empaque al contar al frente del reparto con la excelente actriz Helen Mirren, a quien secunda perfectamente Jason Clarke, muy creíble en el papel del profesional que tiene que valorar a la anciana y quien, a su vez, llega cargado de sus propios fantasmas. A partir de ahí, y como película de género, posee unos efectos visuales nada espectaculares; es muy efectista, es decir, juega a provocar continuos sobresaltos con recursos sencillos y se equivoca al mostrar demasiado explícitamente en imágenes a esos espíritus vengativos, o en pena, que vagan por la casa. Lo que nos lleva a la conclusión de que los directores, los  hermanos Spierig (coguionistas junto con Tom Vaughan ) podrían haber sacado más jugo del magnífico material que tenían entre manos lo que se hubiera concretado en una película destacable dentro del género y no mediana, que es el resultado final. Para: Los que les guste el género de terror y quieran ver algo de mejor calidad que los estrenos pésimos que se hacen destinados a un público adolescente, principal "degustador" de este tipo de filmes Juana Samanes