Tras el triunfo de la magistral Argo se esperaba con bastante interés la cuarta película como director de Ben Affleck. Pero, dado que Vivir de noche no posee la calidad de su oscarizada película anterior, la crítica se ha cebado con ella incidiendo más en sus errores que en sus aciertos, que los hay. Los fallos son palpables: su desarrollo es algo irregular, con una primera hora emocionante que luego decae para levantar en su desenlace; la historia de amor del protagonista con la cubana interpretada por Zoe Saldana tiene poca emoción y Ben Affleck que, además de director y productor es el protagonista, está inexpresivo, dentro de un personaje que merecía mayores recursos interpretativos. Pero, en el otro extremo del péndulo, está muy bien descrito el retrato que se realiza de la época  de la Ley Seca y la Depresión de 1929 en EEUU, sobre todo cuando relata la aparición de los Predicadores. Ya lo decía el portentoso escritor británico G.K. Chesterton: "Cuando se deja de creer en Dios, enseguida se cree en cualquier cosa". El argumento nos presenta a Joe, el hijo de un íntegro comisario de policía que, tras volver decepcionado de la Primera Guerra Mundial, decide que nunca más acatará órdenes de nadie lo que le llevará a convertirse primero en un ladrón de bancos y luego en  hombre fuerte de la Mafia italiana a pesar de ser irlandés. Pero, en el fondo, este individuo odia la violencia y no es tan cruel como el resto de los criminales de su entorno. Algo que le acarreará consecuencias en el plano personal y profesional. Con esta cinta, Ben Affleck vuelve, como en Adiós, pequeña adiós, a trasladar al cine una novela de Dennis Lehane, uno de los mejores escritores de thrillers contemporáneos donde  los personajes se enfrentan a trágicos dilemas morales. Quizás la prueba más recordada de ello sea  Mystic River, dirigida por Clint Eastwood. De tal forma que interesa la atmósfera y los peligrosos personajes de la Mafia que lo pueblan, al igual que esa historia de redención desde la venganza que, salvando las diferencias, recuerda a la genial Camino a la perdición, de Sam Mendes (2002). Para: Los que les gustan las películas de gánster clásicas Juana Samanes