Astrid Lindgren, la autora de Pippi Calzaslargas, un clásico de la literatura infantil, fue madre soltera y ese suceso marcó profundamente su vida y su obra. De hecho, ella misma declaró: “es muy probable que hubiera sido escritora, pero dudo que hubiera sido famosa”, refiriéndose al periodo donde tuvo que dejar a su hijo al cuidado de otras personas en sus primeros años de vida.

El matrimonio formado por la directora Pernille Fischer Christensen y el guionista Kim Fupz Aakeson se documentaron profundamente sobre esos cuatro años trascendentales en la existencia de Astrid. Ambos son los responsables de un emocionante drama que recuerda los años más jóvenes y duros de la escritora cuando, llevada por su rebeldía, rompió con los convencionalismos de la época y aceptó ser madre siendo soltera oponiéndose incluso a su familia, a la que se sentía profundamente unida pero que temía los prejuicios de la sociedad por este hecho.

El enfoque otorgado en esta película, de centrarse en la faceta íntima y apenas mencionar su labor como escritora infantil, ha suscitado algo de polémica. El desarrollo de este biopic es bastante pormenorizado en esos cuatro años e incluye innecesariamente escenas sexuales, algo largas, del primer amor de la escritora, un hombre maduro y en pleno proceso de divorcio. La actitud de Astrid, a pesar de cierta inconsciencia por este romance, fue el de una mujer valiente que asumió las consecuencias de sus actos. A este respecto llama la atención que se la mencione como un ejemplo feminista cuando la escritora nunca renunció a su maternidad y siempre le marcó el abandono de su vástago en esos primeros años cuando, por el contrario, el feminismo nunca reivindica la maternidad, sino el derecho de hacer con el cuerpo lo que uno quiera, lo que implica situar por encima de los derechos del no nacido a la mujer que lo lleva en su interior. 

Para: los que quieran contemplar un drama que toca un tema fundamental para la mujer: la maternidad