Tras permanecer en la cárcel de Guantánamo una década, sin ningún juicio, el mauritano Mohamedou Ould Slahi, ha perdido toda esperanza. Pero, a punto de celebrarse el proceso, inesperadamente Slahi encuentra a dos aliadas; la abogada especialista en defensa criminal internacional, Nancy Hollander y su asociada Teri Duncan. Los tres iniciarán los trámites precisos para recuperar su libertad.   

Uno de los asuntos más polémicos, desde los atentados terroristas a las torres gemelas del 11 de septiembre de 2001, fue el trato dispensado a los detenidos en la prisión militar de Guantánamo. Ese es el eje de este drama que está basado en las memorias de Mohamedou Ould Slahi, uno de los encarcelados, que describió su caso en el libro “ Diario de Guantánamo”.

La primera precisión argumental que hay que hacer a este film es que está narrado desde el punto de vista de la víctima, de ahí que se pase de puntillas, aunque se mencione, la llamada que recibió de su primo desde el teléfono de Osama Bin Landen o que tengamos que creer que, durante la estancia de una noche en su casa de uno de los responsables de los atentados del 11 S, apenas se cruzaron palabra. Igualmente, porque no lo puede negar, se ilustra en flashback su entrenamiento con yihadistas en Afganistán. Esas pistas condujeron a que fuera detenido por militares estadounidenses pero, evidentemente, eso no justifica que no se le hiciera un juicio hasta una década después ni, por supuesto, que se le sometiera a torturas. Por cierto, algo a reseñar, fue capturado en el mandato de George Bush pero siguió encarcelado durante el de Barack Obama.

Cinematográficamente, desde la primera secuencia, la película toma partido claramente por la inocencia de Mohamedou Ould Slahi, al que se describe como un hombre valiente, alegre e, incluso, simpático. En imágenes el desarrollo es algo confuso al introducir continuos flash back que narran acontecimientos del pasado de Slahi, se recrea, pormenorizadamente, en las torturas salvajes a las que fue sometido pero es una película fría.

Todos los personajes que hicieron posible su liberación son descritos como héroes, desde su abogada Nancy Hollander, una papel que ha devuelto al cine como actriz a Jodie Foster (que ya ha ganado el Globo de oro por su interpretación) o Benedict Cumberbatch, que interpreta al fiscal militar cristiano al que su conciencia le llevó a tomar una drástica decisión, a pesar que estaba involucrado emocionalmente puesto que uno de sus mejores amigos era el piloto de uno de los aviones secuestrados y estrellados.

La película deja nítida una cuestión: lo que separa un Estado de derecho de un régimen autoritario o fanático es todos los ciudadanos son iguales ante la ley y tienen derecho a ser defendidos, incluso aquellos que presumiblemente atentaron contra las bases de esa sociedad.

The Mauritanian puede contemplarse al mismo tiempo, en las salas de cines y en plataformas digitales.

Para: los que sigan preguntándose sobre los verdaderos responsables del 11-S y el 11-M.