El oso "guarroso" más malhablado del planeta vuelve a ser protagonista de esta secuela en la que su director, el cómico Seth McFarlane, repite la fórmula de humor escatológico y soez que derrochó en la primera entrega. John Bennet, el amigo de Ted, no se encuentra en su mejor momento anímico. Separado de su mujer, Lori, se ha hecho adicto a la pornografía en internet y sigue consumiendo marihuana de forma exagerada. Por el contrario, Ted acaba de contraer matrimonio con Tammy-Lynn (su novia "choni") y aspiran a tener un hijo. Cuando la ciencia les da el diagnóstico de que eso será imposible, recurrirán a la adopción y será, en ese momento, cuando se abra "la caja de los truenos" al ser calificado el oso como "una propiedad" y no una persona con los derechos atribuibles a un ciudadano de la calle. De esta forma, los dos amigos inseparables emprenderán una lucha legal, no exenta de dificultades, para que Ted sea considerado alguien libre y autónomo. Se nota todavía más en esta película que en la anterior, que Seth (artífice de la serie Padre de familia) es un cómico y guionista de televisión y no acaba de controlar el tiempo y el ritmo de un largometraje. De hecho, los casi 120 minutos de metraje de la película se hacen pesados debido a sus altibajos argumentales y a la poca gracia que destilan sus excesivos chistes sexuales. De tal forma que Ted 2 sólo funciona en aquellas situaciones en las que McFarlane ha jugado con el ingenio y no ha apostado por el humor fácil y grosero. Así,  se salvan y resultan simpáticos momentos como el cameo de Liam Neeson en la caja del supermercado, la escena de humor salvaje (otros, en el Ayuntamiento de Madrid, lo calificarán de negro) que tiene lugar en un escenario de monólogos o la carcajada que producen las similitudes físicas que Ted encuentra entre la abogada que interpreta Amanda Seyfried y un antipático y peligroso  personaje de El señor de los anillos. Para: Hombres jóvenes de 18 a 30 años que les guste el humor plagado de referencias sexuales y zafiedades Juana Samanes