Vigésimo cuarta entrega de esta saga inspirada en un personaje de Ian Fleming, en la que conocemos el lado más emocional de este popular agente. La primera secuencia sitúa al espía más famoso del mundo en la ciudad de México D.F. donde revienta una reunión de mafiosos italianos. De ahí sus pasos le conducirán a Roma donde, gracias a la viuda de un asesino, se infiltrará en una reunión secreta, de diferentes grupos criminales, donde descubrirá que su nexo de unión es una peligrosa organización que recibe el nombre de Spectre. Para desmantelar esta red delictiva, Bond se pondrá  en contacto con un antiguo sicario que dejará en sus manos la vida de su hija… Mientras tanto, en Londres, el M16, que engloba a Bond y al resto de los agentes, no pasa buenos momentos puesto que su eficacia y modos de actuación está siendo cuestionada por el nuevo jefe del Centro de Seguridad Nacional. Aunque atropellada en algunas escenas (como la que se desarrolla en la sede en el desierto de Spectre) y con insuficiente recorrido en algunos personajes como el de Mónica Belluci, Spectre es más de lo mismo: muy espectacular en las escenas de acción y apropiada en el homenaje al James Bond clásico que se observa en la reinvención de la organización Spectre (que salió anteriormente en varias entregas) y en los toques sensuales (que apenas había ejercido su faceta de mujeriego-seductor durante la etapa de Craig). En esta ocasión el villano de Spectre, interpretado por Christoph Waltz, no es tan histriónico como otros anteriores pero quizás por eso resulta tan convincente al describir un ser cruel y vengativo que quiere controlar el mundo bajo videovigilancia, un asunto que claramente está inspirado por el famoso caso Snowden. De argumento muy simple, pero muy entretenida, seguramente no decepcionará a los fans de James Bond aunque nunca será calificada como una de las mejores entregas. Para: Los que no se pierdan ninguna película de 007 Juana Samanes