Conocido en nuestro país gracias a su drama Leviatán, el director Andrey Zvyagintsev repite, aunque argumentalmente nada tienen que ver ambas películas, en su crítica a una Rusia poblada de ciudadanos con graves problemas emocionales, a quienes no les importa lo que les ocurra a los demás, cuyas relaciones están marcadas por el interés y la utilidad, claramente herederos de un régimen comunista. El difícil divorcio entre los miembros de una pareja, que se odian y que pretenden comenzar una nueva vida con otras personas, conlleva dejar abandonado y como "un juguete roto" a su hijo Aliosha, de 12 años. Hasta que un día el niño desaparece. El cineasta aprovecha esta historia conyugal mínima para realizar un retrato de la deshumanización de la sociedad actual. Pocas veces se ha visto en la gran pantalla unos diálogos verbalmente tan duros, tan violentos, donde un hombre y una mujer "escupen" palabras hacia el otro con la sola intención de hacerse daño y, todavía en menos ocasiones, se ha palpado de una manera tan brutal la desolación de un menor que no se siente amado, que escucha de boca de sus padres el nulo interés que sienten por él. Esto provoca que, inexorablemente, cualquier espectador sienta una pena infinita por ese niño criado sin amor. A este respecto Zvyagintsev  es  tremendamente  escéptico con las aquellas personas que manifiestan desean cambiar una existencia a la búsqueda de la felicidad pero no reflexionan sobre que la verdadera transformación debe producirse dentro de ellos mismos. Estos conceptos están perfectamente descritos en imágenes, lo cual es un verdadero logro, pero, por el contrario, sobra metraje, fundamentalmente en la primera hora de la película, cuando se extiende innecesariamente en la descripción pormenorizada de escenas explícitas de sexo que poco aportan a la trama y ralentizan su ritmo. Maravillosa la actuación de Maryana Spivak como esa madre incapaz de sentir ningún afecto por su pequeño y que solo aspira a la felicidad personal marcada, a su vez, por una desgraciada infancia. Está bien secundada por Aleksey Rozin, un padre muy egoísta. Para: Los que les gusten los dramas de peso, a pesar de su dureza Juana Samanes