Al igual que hiciera su esposa, Penélope Cruz, en entregas anteriores, Javier Bardem se embarca en esta franquicia tan comercial como taquillera. Encarna a un capitán español,  antagonista del excéntrico pirata  Jack Sparrow, de quien quiere vengarse por una afrenta cometida en el pasado. La única esperanza de supervivencia de Jack es encontrar  el legendario tridente de Poseidón. Para conseguirlo se unirá a dos jóvenes: Carina Smyth, una hermosa y brillante astrónoma, y  Henry, un joven marinero de la Marina Real británica. En este nostálgico regreso de esta franquicia de piratas se ha cuidado más el guión que en las tres películas precedentes, debido a la incorporación al equipo habitual de Jeff Nathanson (responsable de historias tan estimulantes, dirigidas por Steven Spielberg, como Atrápame si puedes o La terminal). No obstante el elemento diferenciador con la película primigenia (que era la mejor y la más divertida) reside en que aquella se decantaba por la aventura antes que por la fantasía y, en las restantes, ocurre al revés. Personalmente, lo que más me irrita de las secuelas de esta saga es la propensión constante a resucitar a cualquier personaje que murió en el pasado; ocurrió, por ejemplo, con Hector Barbossa y, también, lo comprobarán en esta nueva entrega. El resto, más de lo mismo: muchas escenas de acción, un diseño de producción cuidado,  humor, romance y una especial mención al maquillaje realmente terrorífico que luce Javier Bardem, quien tuvo que soportar sesiones  de dos o tres horas para transformar su fisonomía. La nueva pareja no tiene el carisma que poseía la formada por Will Turner y Elizabeth Swann en Piratas del Caribe: La maldición de la perla negra, que supuso una excelente revisitación del cine de piratas. Para: Los que les guste el cine espectacular y entretenido Juana Samanes