Esta secuela de la película española más taquillera de la historia, Ocho apellidos vascos, traslada su escenario a Cataluña para narrar una comedia de argumento muy similar. Ha pasado más de un año, en ese tiempo los antes enamorados Rafa y Amaia han roto la relación pero ninguno de ellos, muy a su pesar, se olvida del otro. Ni tan siquiera Koldo, el padre de Amaia, quien tomó cariño a su frustrado yerno (a pesar de ser andaluz), lo que ha hecho que viaje a Sevilla para localizarle e informarle de que su hija está a punto de casarse en Girona. Ambos se trasladarán hasta Cataluña para intentar impedir esa boda y allí conocerán al novio y a su abuela, una convencida independentista. Como ocurría en su predecesora, en esta nueva película las risas se consiguen al abordar con comicidad los tópicos sobre los catalanes (por ejemplo, su fama de tacaños) y sus tradiciones (sus bailes, comidas, etc…) pero, como era previsible,  también se trata el asunto de más actualidad en esa comunidad: la independencia. Este último apartado está planteado como sucedía en la magnífica película alemana Good Bye, Lenin, porque el nuevo prometido de Amaia, para contentar a su adinerada "yaya", prepara un escenario ficticio en el que Cataluña se ha convertido en una república desligada de España. Es cierto que Ocho apellidos catalanes es simpática y cuenta con momentos graciosos, pero carece de la originalidad y la frescura de la primera película. A su favor tiene que los magníficos secundarios del reparto tienen más presencia y diálogos; nos referimos a  Carmen Machi, Karra Elejalde y Rosa María Sardá (que interpreta a la "metomentodo" abuela catalana). El humor blanco de Ocho apellidos vascos queda empañado en el mismo arranque  por una escena sensual, y tosca, innecesaria y por la abundancia de palabrotas  en todos los diálogos en los que salen vascos. Este apartado (que a algunos puede molestarles) no provocará ningún debate. Por el contrario, puede que a algunos suspicaces de Cataluña no les agrade la comicidad con la que se rodea el fenómeno de la independencia. La respuesta, en esta ocasión, se traducirá en la taquilla: si Ocho apellidos catalanes atrae sólo espectadores en España o también en Cataluña. Para: Los que se lo pasaron bien con Ocho apellidos vascos y quieran repetir una experiencia casi, casi igual Juana Samanes