Tras una serie de episodios en los que ha tenido una directa responsabilidad una terrorífica muñeca, Annabelle, los demonólogos Ed y Lorraine Warren se llevan a la muñeca poseída a la sala de objetos bajo llave que tienen en su casa. La encierran en una vitrina sagrada bendecida por un sacerdote. Pero una terrorífica noche, en la que ellos están de viaje, Annabelle despierta a los espíritus malignos de la habitación y entre sus objetivos se encuentra la hija de diez años de los Warren, Judy

Cuando en el año 2013 se estrenó Expediente Warren: The Conjuring, que tenía como protagonistas a un matrimonio estadounidense real,  Ed y Lorraine Warren, especializados en fenómenos sobrenaturales de todo tipo, descubrimos que dentro del género de terror, que tantos subproductos lanza al mercado, podían coexistir películas serias, de estilo clásico. El éxito de esta saga, que algunos elevan ya a siete -aunque incluir La llorona parece algo forzado - refuerza esta afirmación.

En concreto, se trata de la tercera película sobre la demoniaca muñeca tras Annabelle (2014) y Annabelle Creation (2017).

Claramente dirigida a un público adolescente, el más fan del género de terror, Annabelle vuelve a casa tiene un argumento mucho más simple que las dos primeras películas de Expediente Warren (The Conjuring y El caso Enfield) y cede el protagonismo a la propia hija de los parapsicólogos, Judy, a su “canguro” Mary Ellen y a una amiga de ésta, Daniela; obsesionada con penetrar en la habitación donde están encerrados todos los objetos que fueron responsables de algún tipo de fenómeno demoniaco.

Muy efectista, con constantes golpes para provocar el sobresalto, tiene a su favor que sabe mantener bien el suspense y que sigue siendo muy respetuosa con las creencias católicas de la familia Warren.

Para: los que hayan seguido las “peligrosas aventuras” de los Warren frente al mal.