Tras un parón cinematográfico de diez años, el director Achero Mañas (multipremiado por El Bola) vuelve con una comedia negra, con tintes autobiográficos.

Un hombre cercano a los cincuenta, Ernesto, vive un momento complicado de su existencia debido al proceso de separación de su pareja, a la que sigue amando. De personalidad excéntrica y humor socarrón, soporta con ánimo de perdedor una situación personal para la que no estaba preparado. Dos mujeres le animan: su madura hija y su sensata madre que afirma que “dos personas no se separan si se siguen queriendo”. Será en ese momento cuando un asunto familiar, la repentina muerte de su progenitora (a la que estaba muy unido), le hará tirar hacia delante y afrontar una decisión que le pone fuera de la ley.

Mañas, más habituado como cineasta al drama que a la comedia, realiza una en la que pone acento sobre qué sucede cuando un individuo decide salirse del cauce habitual y de las convenciones sociales, en este caso por amor a un ser querido y cumplir sus últimas voluntades. Algo entendible en estos momentos en los que tantos hijos no han podido despedirse de sus progenitores a los que la Covid 19 se ha llevado por delante.

Con unos estupendos y creíbles diálogos y actuaciones con mucha complicidad, sin embargo, en esta road movie (película de carreta) que transcurre en localizaciones entre Madrid y Valencia, el mayor reto del director ha sido dirigir a su propia hija, Gala Amyach, en su primer papel en el cine, un personaje “bombón” que hubiera firmado cualquier joven actriz y que Gala defiende de forma admirable.

Ernesto Alterio, con gran naturalidad, interpreta a una especie de alter ego de Mañas, personaje con el que el director es especialmente condescendiente en su comportamiento atrabiliario pero simpático, porque Mañas cae en el mismo error que otros al justificar cualquier situación, por muy estrambótica que sea, debido a que son una familia de intelectuales/artistas ateos.

Para: Los que sigan la trayectoria de Achero Mañas.