El director y guionista  español Gustavo Ron (Mia Sara y Vivir para siempre) vuelve a demostrar que lo suyo es el cine cargado de buenos sentimientos. Dos primas inseparables desde niñas, Vivian y Chloe, se enfrentan al reto más serio de su vida cuando fallece repentinamente su tía Isabelle y les deja como herencia su histórica panadería en Brooklyn que, desgraciadamente, conlleva un legado envenenado: un montón de deudas. A esto hay que sumar que cada una de ellas tiene un concepto diferente de cómo debe gestionarse el negocio… Los que hemos seguido la corta pero agradable trayectoria de Ron conocemos su interés por mostrar el lado positivo de la vida, de ahí que muchos le hayamos calificado de estilo "capriano" puesto que, como el gran director de cine clásico Frank Capra, todas sus películas rebosan optimismo. En Mi panadería en Brooklyn vuelve a ser recurrente en cuanto a su interés por las relaciones familiares, a pesar de primar, por encima de todo, el romanticismo. Aún más, como algunas películas de Capra, el tema social se resume en esa lucha de los empresarios pequeños frente a los bancos (prototipos simples de la usura), aunque lo hace sin acritud. De humor blanco, pero más intrascendente en su contenido que sus dos anteriores películas: Mia Sara y Vivir para siempre, el problema de esta comedia no reside en su ligereza sino en la falta de gracia de alguna de las muchas  relaciones personales que presenta. A pesar de ese hándicap, sigue siendo una película amable, adecuada para ver en familia sin temor a encontrarse con ninguna sorpresa desagradable en su desarrollo, algo extraño en los tiempos que corren. Para: Los que les gusten las películas positivas o los que sigan la trayectoria de Gustavo Ron Juana Samanes