Treinta y cuatro años después del estreno de E.T., el cineasta Steven Spielberg  vuelve a narrar la historia de amistad entre dos seres muy diferentes: una niña y un gigante. La guionista es la misma en ambas películas: Melissa Mathison (fallecida el pasado mes de noviembre) pero, el resultado, no es igual. Este largometraje supone la primera adaptación cinematográfica del cuento El gigante bonachón del escritor Roald Dahl, un autor cuyos relatos han sido repetidamente llevados al cine, en algunas ocasiones con genialidad como en  Matilda y en Charlie y la fábrica de chocolate. La trama nos lleva hasta Londres, donde una  huérfana  de 10 años llamada Sofía es arrancada del orfanato donde vive por un gigante, tras haber descubierto la pequeña  su presencia, durante la madrugada,  en las calles de la ciudad. Esta descomunal criatura lleva a la niña hasta su hogar: el País de los gigantes donde le enseñará las maravillas pero también los peligros de ese enclave, propiciado por la presencia de otros congéneres que disfrutan comiendo carne humana. Echándole imaginación, y mucho valor, Sofía y su nuevo amigo  trazarán un plan para librarse de esos seres malvados… Mi amigo el gigante contiene menos crueldad que otros magníficos relatos de escritor británico, al que nadie negará su genialidad a pesar de que parecía siempre empeñado en mostrar a los pequeños el lado más duro y oscuro de la existencia. Desde ese punto de vista es un cuento bonito, que narra la  amistad entre dos seres solitarios necesitados de cariño, lástima que esté lastrado por un guión desequilibrado que  se traduce en  una primera hora demasiado lenta frente a una segunda más divertida, que posee un ritmo ligero y un humor escatológico que suponemos provocará carcajadas entre los menores (atención a la escena en la que la reina de Inglaterra, y sus colaboradores, toman la bebida favorita de los gigantes). Y ese el principal defecto de esta película porque el resto es magnífico ya que Spielberg ha contado con su habitual equipo de colaboradores: Oscar Janusz Kaminski (fotografía), el diseñador de producción Rick Carter y el genial John Williams al frente de la banda sonora. Los efectos visuales han sido realizados por la compañía de Peter Jackson. Igualmente, como en Tintín y el secreto del unicornio, Spielberg utiliza con maestría la técnica de "captura de movimiento" para transformar la figura del actor Mark Rylance (visto en El puente de los espías) en una imagen digital de ese gigante bueno y melancólico que añora la compañía de alguien con quien charlar. Para: Los que les gusten los cuentos de hadas, independientemente de su edad Juana Samanes