En Europa el cine de animación se entiende como algo dirigido específicamente a menores, pero no ocurre así en Japón, donde el anime es un verdadero mundo donde también se realizan historias para adultos con temáticas profundas. En ese universo se movía hasta ahora como guionista Mari Okada, que salta a la dirección con Maquia: Una historia de amor inmortal, que reflexiona sobre la maternidad.

Los Iorh son un pueblo de criaturas muy longevas que mantienen un aspecto adolescente durante siglos. Viven alejados de los humanos, tejiendo los acontecimientos cotidianos en una tela llamada Hibiol, en la que, entre ellos, se escriben mensajes. Allí habita Maquia, una huérfana que se siente muy sola. Pero la pacífica vida de esos seres singulares se rompe cuando son invadidos por el ejército de Mazarte que pretende mezclar la sangre del heredero con la doncella más bella, Leilia. Maquia escapa del pueblo y en su huida encuentra a un bebé, Ariel, al que se propone criar a pesar de tener solo 15 años. A partir de ese momento toda su vida la destinará a proteger a ese niño, teniendo siempre la inseguridad de si es la madre adecuada.

Aunque el rostro de los personajes de anime es bastante inexpresivo y similar, lo que en este relato conduce a dificultades de reconocimiento puesto que por la historia desfilan un montón de ellos, la sensibilidad a borbotones que posee y lo bien descritas que están las relaciones personales captan la atención sobre los avatares de esa muchacha distinta que es capaz, por amor a su hijo, de camuflarse, esconderse y cambiar de lugar para que no descubran que es una Iorth.

Sin duda la trama resulta la interesante, pero tampoco está mal desarrollada la de las intrigas palaciegas y de control de poder, que pueden llevar a tantas desgracias.

Para: interesados en cine japonés. Los que les gusten las historias imaginativas presentadas con delicadeza