La fuerza de este western crepuscular reside en que más que un remake del original (de John Sturges, 1960) supone una reinterpretación de un tema recurrente en el western: la lucha por una causa justa. En este filme, un grupo de pacíficos granjeros lucha contra un malvado individuo, propietario de una mina, que pretende expulsarles del fértil valle donde se instalaron como colonos. Ante esta situación límite se verán obligados a contratar a un peculiar grupo de individuos, algunos pistoleros, para que defiendan sus intereses. Tan estupenda como la original, en ella el director Antoine Fuqua realiza un western crepuscular plagado de momentos emocionantes en los que los siete justicieros provocan una gran empatía. Nadie duda de la clara vocación comercial de este largometraje pero es cierto que posee todos los mimbres para conquistar a los aficionados a este género. Muchos son los aciertos de esta película: está excelentemente rodada con escenas emocionantes plagadas de acción típica del género (duelos, tiroteos, luchas cuerpo a cuerpo etc…);  cuenta con diálogos ingeniosos donde no falta el humor y, sobre todo, tiene un reparto excepcional encarnando a esos siete magníficos contratados para enfrentarse al infame. Muy bien descritos, y con alma, esos justicieros que, a priori, parecen lo peor de cada casa pronto se convierten en la mejor baza de este filme. El líder de esta banda está encarnado por Denzel Washington, al que acompañan el siempre simpático Chris Pratt, el torturado Ethan Hawke, el bruto con corazón (Vincent D'Onofrio), pero también hay un indio que busca su camino (Martin Sensmeier ), un oriental (Byung-hun Lee) y un mexicano (Manuel Garcia-Rulfo). Es decir, que nunca una película unió a tantas razas confraternizadas. Al otro extremo, encarnando a un villano sacrílego de libro, el siempre camaleónico Peter Sarsgaard da realmente miedo. Al igual que ocurría en otros western actuales como Valor de Ley o El tren de las 3,10, que revisionaban clásicos, Los siete magníficos, del 2016, convence, entre otras cuestiones,  porque la violencia que muestra en algunas escenas entra en los cánones del género, no hay sordidez. Además hay un mensaje realmente interesante de redención, de transformación de unos individuos que no perseguían más que su propio bien en hombres capaces de ofrecer su vida por algo bueno. Para: Los que les gusten los buenos western Juana Samanes