Con la misma temática que Los chicos del coro, pero un poco más agridulce, La pasión de Augustine nos habla de la capacidad de un buen docente para transmitir su amor por la música. Años 60. Canadá. Una pequeña escuela religiosa, de las afueras de Quebec, se ha hecho famosa por enseñar música a jóvenes de familias desestructuradas. Todo el mérito es responsabilidad de la Madre Augustine. Pero hasta ese tranquilo enclave llegan las reformas derivadas del Concilio Vaticano II, lo que revolucionará la vida del convento, mientras los cambios en el sistema de educación pública hacen peligrar la supervivencia del colegio. Augustine y sus alumnas lucharán contra ello, pero también se enfrentarán a la incomprensión de una superiora de la orden. De forma muy inteligente, y a través del trágico pasado de Augustine, narrado con cortos flash back, se transmite coóo, en la década de los años 40 y 50,  muchas jóvenes ingresaron en los conventos por cuestiones espurias a la propia vocación pero que, sin embargo, acabaron siendo estupendas monjas debido a su fe. Igualmente, y de nuevo, se critica que, muchas veces, algunos problemas a los que se enfrenta la Iglesia se encuentran dentro de ella debido a auténticos fariseos que odian a los que son profundamente religiosos. La pasión de Augustine, que afronta temas complejos muy adecuados para el debate, es muy ortodoxa desde el momento en que la carismática protagonista, excelentemente encarnada por  Céline Bonnier, afronta cualquier dificultad o duda sobre el camino a seguir rezando ante el sagrario. Para: Los que quieran ver un drama diferente sobre el poder de la música y la vocación religiosa Juana Samanes