Si son admiradores de la obra del escritor español Federico García Lorca posiblemente les atraiga esta adaptación cinematográfica de  "Bodas de sangre", una de sus tragedias más aclamadas. Si tuviéramos que resumir, en pocas líneas, el argumento de La novia diríamos que narra un dramático triángulo amoroso en el que una mujer, a punto de casarse con un hombre al que no ama,  es incapaz de olvidar el delirio  irrefrenable que siente por otro. Estos sentimientos desgarrados, carnales, muy propios de la obra de Lorca, donde los personajes nunca son capaces de controlar sus pasiones más arraigadas, están descritos en este filme. Una cinta  donde está mejor resuelta la forma que el fondo y en la que siempre se palpa su origen teatral. Por ello podría decirse que lo que realmente merece la pena de La novia es el trabajo realizado por el director de fotografía Migue Amoedo, un profesional capaz de filmar con una belleza y una luz excelsa los paisajes donde discurre la acción, que no fueron rodados en su escenario literario, Andalucía, sino en Capadoccia, en Turquía, con casas y ciudades enteras cavadas en las rocas, así como en  localizaciones de Aragón, en el desierto de los Monegros  y en la región de las Cinco Villas. Pero además de esa virtuosidad en la forma, es increíble la interpretación de Inma Cuesta. La actriz resulta convincente metiéndose en la piel de esa mujer "brava", de mirada salvaje, que es objeto de deseo de dos hombres. No obstante, como ocurría con De tu ventana a la mía (2011), la anterior película de la directora Paula Ortiz, nos encontramos ante una película fría, teatral, a pesar de ser visualmente impactante. Para: Los incondicionales de la obra de Lorca Juana Samanes