Sylvester Stallone interpreta, por última vez, al personaje de Rocky en un relato que sigue la estela de la película anterior de esta nueva franquicia que tiene como protagonista al hijo de Apollo Creed. Se trata de la octava entrega de la famosa saga pugilística que cambia de director, ahora es el joven Steven Caple JR., cuya característica más señalada es que las tramas humanas tienen tanto peso como las deportivas.  

Cuando Adonis Creed gana el título de campeón de los pesos pesados, en Ucrania hay un hombre que se empeña en que su futuro no sea tan halagüeño como espera, se trata de Iván Drago, el ruso que mató a su padre, Apollo, en el ring, y que se convirtió en todo un perdedor para su país cuando fue vencido, posteriormente, por Rocky. Esa derrota le supuso el abandono de su esposa y de su patria y su odio lo ha vertido en su hijo, al que prepara desde niño en el boxeo para vengarse. Con Adonis, siendo su preparador Rocky, ha llegado su oportunidad. 

En Creed II: La leyenda de Rocky, el protagonista intenta asumir el legado del padre que nunca conoció, mientras invita a los espectadores a realizar un viaje personal que le hace preguntarse: “¿Estoy aquí para demostrar algo a los demás o para probar algo a mí mismo?”. No obstante, es, sobre todo, una historia de padres e hijos, porque Rocky no solo ha sido el preparador de Adonis, sino la figura paterna más cercana que ha tenido, mientras que Drago ha volcado sus conocimientos, pero también su complicada forma de entender el cariño en su hijo Viktor, una mole humana que le hace caso absolutamente en todo.

La película, como la anterior, resulta comercial, previsible, pero se contempla de un tirón y en ningún caso decepcionará a los seguidores ni de la saga de Rocky ni de esta nueva franquicia.

Como es usual en estos films, en las escenas grabadas en el ring no hay efectos especiales, sino dos hombres luchando cuerpo a cuerpo, a los que hay que preparar concienzudamente para que lo hagan lo más verosímil posible. A este respecto, merece la pena reparar tanto en la complexión física y la forma de boxear de Florian Munteanu como en las imágenes del público que llena Estadio Olímpico de Moscú, en el combate decisivo, para el que se contó entre 2.500 y 3000 extras. Sin duda, una de las sorpresas más gratas de esta película es la recuperación de un malvado mítico de la saga: Iván Drago, interpretado por el sueco Dolph Lundgren, con muchos más registros dramáticos que en Rocky IV.

Para: seguidores incondicionales de los films de Rocky. Aficionados al cine comercial