La Segunda Guerra Mundial sigue ofreciendo historias reales tan increíbles como la que narra La dama de oro, apodo que alude al famoso cuadro del pintor vienés Gustav Klimt: "Retrato de Adele Bloch Bauer".

Encargado por una acaudalada familia judía de Viena, a comienzos del s. XX,  este lienzo entra en la lista de las miles de obras de arte expoliadas a sus dueños por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Pero, tras el conflicto bélico, pasó a manos del gobierno y se convirtió en todo un símbolo de la nación austriaca, una especie de "Mona Lisa", hasta que Maria Altmann, heredera de ese icónico cuadro, y de otros, se empeñó en recuperar los bienes confiscados a su familia por los nazis, lo que se tradujo en uno de los procesos judiciales más apasionantes de los años 90.

Indispensable tanto para los amantes de la Historia como para los apasionados del Arte, de alguna forma, es otro giro al expolio nazi que veíamos el pasado año en Monuments Men (George Clooney, 2014), porque ambos filmes abordan la lucha por hacer justicia y restituir a sus legítimos dueños los bienes confiscados por los nazis.

Cinematográficamente, aunque  La dama de oro es una coproducción encara un tema que les encanta a los estadounidenses: la lucha del individuo contra el estado, en este caso el país austriaco. Pero, curiosamente ese interesante proceso judicial en el que se involucró María no es la parte más apasionante de la película sino las acertadas vueltas atrás en el pasado (mediante flashback) que denuncian, nuevamente, la connivencia que muchos ciudadanos europeos tuvieron con el Tercer Reich durante la ocupación nazi. Sin embargo, lo mejor de este drama no es ni la trama humana ni la judicial sino la actuación de Helen Mirren que, como ocurría  en The Queen, está sensacional.

Para: "Chiflará" a los aficionados al arte y a la Historia