Yuli llega a la cartelera cuando en una decena de años, se han estrenado magníficas películas sobre el ballet que resultan inolvidables, es el caso de El último bailarín de Mao (2000), biografía de chino Li Cunxin, o el documental Dancer (2016), sobre la figura del ucraniano Sergei Polunin, que se convirtió en el primer bailarín más joven de la historia del Royal Ballet. A este indudable interés por la danza clásica, y sus protagonistas, se une la directora Icíar Bollaín narrando la autobiografía del cubano Carlos Acosta, apodado Yuli. Tres historias diferentes que convergen en dos puntos: la dureza en la preparación de esa disciplina artística y el dolor que experimentaron todos esos bailarines cuando, desde su infancia, debieron alejarse de sus familias para dedicarse al ballet. Es decir, coinciden es en describir hasta dónde puede llegar un individuo si posee espíritu de superación y capacidad de sacrificio.

El caso que nos ocupa, nos lleva a los orígenes de Yuli, procedente de un barrio humilde de La Habana y dotado de unas cualidades extraordinarias para la danza, fue obligado por su padre a dedicarse a ello a pesar de su poco interés. Precisamente, la mayor parte de la película se centra en esa lucha consigo mismo para aprovechar su talento innato, bien narrado en imágenes por Bollaín, con apropiados flashbacks, que cuenta con el aliciente de contemplar, en la última parte de la película, al mismísimo Carlos Acosta interpretarse a sí mismo.

Que la película sea una coproducción en la que entre otros países aparezca Cuba ya nos da pista de que el film nunca es crítico con el régimen castrista, a pesar de que mencione las dificultades económicas por las que atraviesa el pueblo, de hecho, incluso se realiza de forma implícita cierta apología de la cohesión social que presumiblemente existe en ese país. Algo que la aleja argumentalmente de El último bailarín de Mao, mucho más poderosa al realizar un recorrido somero por los acontecimientos políticos ocurridos en China, desde 1971 hasta mediados de los años 80, describiendo la sinrazón del régimen maoísta, el adoctrinamiento del pueblo y las diversas purgas políticas llevadas a cabo contra todos aquellos a los que consideraban enemigos del Estado.

Para: los que disfrutaron con metrajes como El último bailarín de Mao (2000) o Dance (2016)