La vida de Lukas, un niño con grandes desavenencias con su padre, es bastante dura. Su única vía de escape es refugiarse en el bosque y observar a los animales que lo pueblan. Todo cambia cuando rescata de la muerte a una cría de águila, a la que pone por nombre Abel. Relatada a modo de cuento, con ella el director y guionista cordobés Gerardo Olivares, responsable anteriormente de Entrelobos y El faro de las orcas, vuelve a reafirmar su amor por la naturaleza. Porque en este relato lleno de poesía el destino de un polluelo de águila corre paralelo al de ese chaval con problemas familiares, una historia de amistad que hará más fácil la vida de ambos. Con un argumento sencillo pero hermoso donde se reivindica la reconciliación para ser feliz, cuenta con impresionantes imágenes reales de águilas, que parece imposible que hayan sido grabadas en todos los momentos de su vida captadas por el austríaco Otmar Penker, codirector de la película, quien filmó durante tres años todas las secuencias rodadas en el entorno natural. Pero también son preciosas las que muestran la relación del niño con el águila que, suponemos, se lograron tras un largo adiestramiento del ave. Sin duda, Manuel Camacho, que encarna al adolescente de la trama, ha disfrutado trabajando en ese entorno o, al menos, lo parece. Para: Los que les gusten las películas agradables con mensajes de amor a la Naturaleza Juana Samanes