Normalmente, desde fuera, el mundo del deporte se contempla como algo idílico, donde existen más héroes que canallas. Pues bien, Foxcatcher demuestra el problema de abandonar como "juguetes rotos" a deportistas de élite. Está basada en una historia real.

La acción arranca en el año 1987. Mark Schultz, un joven ex campeón olímpico, vivía sus horas más bajas sin recursos ni patrocinio. En ese crucial momento fue invitado por un millonario llamado  John du Pont quien le propuso viajar a su  finca (Foxcatcher)  y montar juntos un equipo de lucha libre para competir en los Juegos de Seúl 1988. A Mark le sedujo la oferta, entre otras cuestiones, porque vio una excelente oportunidad de desligarse de su paternal hermano mayor, David, un respetado entrenador y ganador, también, de una medalla olímpica. Pero después de instalarse en esa granja, lo que en principio parecía una relación de respeto y de amistad, entre Mark y Du Pont, derivó en algo peligroso y enfermizo debido a la conflictiva personalidad del millonario…

Como otras películas nominadas al Oscar este año, asistimos a un largometraje donde lo más destacado es la actuación de su trío protagonista. En ese apartado, resulta complicado reconocer a Steve Carell (con una gran vis cómica en Superagente 86 o Pequeña Miss Sunshine) que realiza un trabajo portentoso metiéndose en el papel más antipático de la trama: el de millonario Du Pont.

De ritmo lento y atmósfera claustrofóbica, Foxcatcher es un largometraje oscuro porque transmite, de manera efectiva, esa relación de dominación e, incluso, de vasallaje que el millonario ejercía sobre sus pupilos deportistas. Aunque este drama familiar, más que deportivo, habla de amor fraternal al mismo tiempo que alerta sobre los sueños frustrados y sobre la maldad humana, aunque el interfecto haya sido víctima de una desgraciada infancia.

Para: Los que les gusten las películas basadas en hechos reales