Tuvo un presupuesto modesto, de tan sólo 30.000 euros, pero, a cambio, esta ópera prima de David Martínez fue ambiciosa en su contenido al atreverse a narrar el viaje interior de un hombre. Walter Mann es un actor que está a las puertas de conseguir el sueño de su vida: protagonizar una obra teatral. Días antes de estrenarse se verá envuelto en una conspiración familiar que le hará parecer responsable de un delito financiero. Tras pasar un tiempo en la cárcel, Walter caerá en la depresión y la indigencia, hasta que una revelación singular le conducirá al camino de su redención. Este proyecto cinematográfico resulta tan original como íntimo al mostrarnos las ilusiones de una persona y su bajada a  los infiernos; la lucha por seguir adelante con la verdadera vocación, las (algunas veces) complicadas relaciones familiares o la búsqueda de la paz interior, que sólo se logra mediante la reconciliación con uno mismo y con los demás. Con un metraje de  90 minutos, que reposa en la increíble actuación de Juan del Santo (al que le vemos desplegar su talento interpretativo con multitud de recursos), Flow, a pesar de su modestia en medios materiales, ha conseguido el reconocimiento por su calidad en multitud de Festivales internacionales entre ellos  el premio al mejor actor en el Mirable Dictu Catholic International Festival (este festival está considerado el más importante de cine religioso en el mundo y está impulsado  por el  Consejo Pontificio  para la cultura. La entrega de premios se celebró en el Vaticano). Para: Los que buscan en las salas de cine películas para el debate y la reflexión Juana Samanes