Hay películas que tienen un bonito fondo y, sin embargo,  no acaban de funcionar en pantalla. En el caso de Éternité, que podía haber sido un precioso canto al amor conyugal, a la familia y a la maternidad, todo esto  se malogra en parte debido a que en el discurrir vital  de los personajes hay pocos conflictos, todo es tremendamente aburrido. Tampoco ayuda que haya una omnipresente narradora y que sea minimalista en los diálogos, suponemos que siendo fiel a la adaptación de la novela  L'Elegance des veuves (La elegancia de las viudas),  de Alice Ferney. Valentine, a finales del siglo XIX, se casa con Jules, un hombre limpio de corazón. Durante casi un siglo observaremos la evolución de tres generaciones de mujeres de esa familia. Lo que, a priori, podría haber sido muy atractivo resulta repetitivo en imágenes, porque el único drama verdaderamente llamativo de esas féminas es el cruce con la muerte de sus seres queridos, que viene acompañado siempre de un repetitivo recurso de flash back, todo ello adornado de un exceso de muestras empalagosas en las relaciones personales. Sin exagerar, este drama es plásticamente uno de los más bellos que hemos visto en la última década porque cada imagen parece un precioso cuadro y aquí es pertinente destacar que el responsable de la dirección fotográfica es el taiwanés Ping Bin Lee (Deseando amar o New York, I Love you). Conocidas actrices del cine francés como Audrey Tautou, Mélanie Laurent y Bérénice Bejo se han sumado a este proyecto fallido del director vietnamita Tran Anh Hung, que sí consiguió una buena recepción con su largometraje El olor de la papaya verde. Para: Los que les gusten las películas que rebosan en imágenes llenas de mermelada… Juana Samanes