En la Inglaterra de 1962, dos jóvenes de estatus sociales diferentes, Florence y Edward, se enamoran, se prometen, se casan y llega su noche de bodas, en un lujoso hotel cercano a una playa de moda, que supone un antes y un después en su existencia. El hasta ahora director teatral Dominic Cooke traslada a la gran pantalla una de las mejores novelas de Ian McEwan, del que hace años también contemplamos en el cine otra historia de amor tan imposible como ésta: Expiación.

A pesar de la exquisitez de esta historia, plagada de silencios, es difícil que jóvenes actuales de menos de 30 años comprendan a la protagonista de esta historia, una joven que llega virgen al matrimonio y a quien aprisionan los miedos sexuales que atenazaban en los años 60 a muchas mujeres. Porque En la playa de Chesil es, sobre todo, un fiel retrato de una época, a través de una pareja de enamorados: él de clase humilde, ella de clase media alta.

Con un diseño de producción esmerado, donde destaca una fotografía bellísima, este relato cinematográfico está narrado de forma clásica, con flashbacks que nos permiten conocer la relación amorosa y lo que hizo enamorarse a dos jóvenes tan diferentes. De alguna forma, los dos agradan: él con su brusquedad física pero con su sensibilidad y buen corazón y ella con su feminidad y encanto. Saoirse Ronan y Billy Howle están sensacionales.

Para: Los que les guste el cine británico y las películas narradas al modo clásico, con sus tiempos, sin velocidad