La directora madrileña Icíar Bollaín, comprometida en sus películas en la plasmación de temas sociales, como ocurrió en su premiada Te doy mis ojos o el reciente documental En tierra extraña, firma su filme más ecologista, pero también el más esperanzador. Alma tiene 20 años y se encuentra totalmente perdida en su vida, mientras subsiste trabajando  en una granja de pollos en un pueblo de Castellón. La persona que más quiere en el mundo, su abuelo, dejó de hablar hace 12 años cuando arrancaron, y vendieron, el olivo milenario que se encontraba en su tierra. Su ausencia ante el mundo se intensifica cuando rechaza la comida. Alma, empeñada en recuperarlo, decide encontrar y retornar a su lugar de origen a ese singular árbol que, para su sorpresa, se encuentra en Alemania. Sin apenas dinero, la joven se embarca en esta empresa en la que le acompañan su tío y un compañero de faena. La película, con un talante idealista y quijotesco, está bien sustentada en el apartado técnico y artístico. A este respecto, la joven Anna Castillo está perfecta en su papel de joven resentida con su pasado y con alguno de sus mayores. En ese apartado incluso puede entenderse el único aspecto sórdido del filme: la promiscuidad de la que hace gala. El olivo apela al respeto a la Naturaleza, sin olvidar recordar la importancia trascendental de los padres en la educación de sus hijos. Muy emotiva en la relación entre esa nieta que adora al abuelo, es reivindicativa ante temas sociales actuales como la globalización, el paro o el trato a los ancianos, y aquí cada espectador decidirá qué asunto le parece más importante. De hecho, como el nombre de la protagonista de El Olivo, esta película posee "alma" y, por tanto, eso indefectiblemente "toca", por una u otra razón, al espectador. Para: Los que aprecien el cine español de calidad Juana Samanes