El anhelo del hogar perdido, el paso de la infancia a la madurez o la lucha por encontrar un lugar en el mundo son algunos de los temas universales en los que nos  sumerge esta sencilla película, procedente de un país del que apenas conocemos su cine: Etiopía. La vida de Efraín, un chico etíope de nueve años, cambia cuando su padre, tras la muerte de su esposa, se ve obligado a buscar trabajo en la ciudad y deja a su hijo al cuidado  de su abuela y sus tíos. Acompañado de un pequeño cordero como inseparable amigo, Efraín intenta adaptarse a su nueva familia, colaborando en la economía familiar pero su pequeño mundo se derrumba cuando su tío le indica que su amada mascota será el festín del día de Pascua. Narrada con un gran realismo si por algo "desarma" este relato es por la soledad en la que vive inmerso ese niño despojado de afectos, que se aferra a su animal de compañía, de alguna forma reducto de un pasado más feliz, algo que de forma poética los españoles ya conocíamos por la obra de Leopoldo Alas Clarín: ¡Adiós, cordera! Con toques autobiográficos de su director y guionista, Yared Zeleke, Efraín pone sobre el tapete, y en imágenes, las graves consecuencias que la sequía produce en países del Tercer Mundo, entre otras, la hambruna indiscriminada que se lleva por delante a grandes y pequeños.  También descubre el machismo imperante en esas sociedades que no conciben, por ejemplo, que a un niño le guste cocinar, una función reservada a las mujeres, o que una muchacha, la prima del protagonista, prefiera leer que convertirse en ama de casa Para: Los que aprecien los dramas humanos y quieran disfrutar de los paisajes de Etiopía Juana Samanes