A través de este western crepuscular se realiza un acercamiento tan realista como crudo de  lo que tuvo que ser el salvaje Oeste. Asombra la mirada que lanza a la consideración de la mujer como mero objeto, no compañera, de los primeros pobladores de esa zona. Argumentalmente, Deuda de honor podría decirse que es una vuelta de tuerca del clásico Caravana de mujeres (William Wellman, 1951) pero si en esa película mítica se apreciaba la mano de Frank Capra (en su guión) por su optimismo final, la que nos ocupa es una crónica amarga y desesperanzada a pesar de encerrar una historia de transformación de una persona, por ejemplo de otra, llámenle redención si quieren. La vida es terriblemente dura en Nebraska en el año 1855. Una solterona de buen corazón,  Mary Bee Cuddy (Hilary Swank), que vive en una aislada población, es elegida para trasladar al mundo civilizado a tres mujeres que se han trastornado. Incapaz de poder afrontar en solitario esa misión contratará a un delincuente, Briggs (Tommy Lee Jones), para que sea su acompañante en este peligroso trayecto. En el mismo  se enfrentarán  a indios y asaltantes de todo tipo, además de sufrir terribles inclemencias del tiempo. Hilary Swank, que siempre parece estar dispuesta a afrontar papeles terriblemente dramáticos que despiertan el debate ético (recuerden Million dollar baby o Los chicos no lloran), encarna con convicción a una mujer fuerte a quien pesa como una losa el desamor y la soledad. Basado en una novela del escritor Glendon Swarthout, de desarrollo muy duro, cuando la película empieza a flojear (hacia el final del metraje) se atreve con un giro argumental inesperado que deja noqueado al espectador. Para: Los aficionados al western que consideren que este género tiene mucho por explorar en el siglo XXI Juana Samanes