Hay directores, como ocurre con la cineasta Kathryn Bigelow, a quien les gusta abordar historias con trasfondo histórico o social. Lo ha demostrado en su filmografía con películas anteriores como En tierra hostil o La noche más oscura. Con  Detroit vuelve a la carga recordando  los graves disturbios callejeros ocurridos en esa ciudad hace 50 años, donde una revuelta que duró tres días, y sumió a la urbe en el caos, llegó a causar víctimas mortales. El incidente más sangrante ocurrió dentro del motel Algiers donde se refugiaron decenas de individuos,  entre ellos varios miembros de un grupo musical que despuntaba: The Dramatics. Rodada la mayor parte de su metraje con cámara al hombro, algo que aporta sensación de verismo, Bigelow describe los hechos con aspecto realista, casi de documental, ilustrados con imágenes audiovisuales y fotografías de la época. Pero la fuerza de la historia radica en su forma de rodar las escenas que discurren  en el motel al transcribir, con una tensión que traspasa la pantalla, los violentos acontecimientos que sucedieron. Porque, durante esa noche hicieron su aparición sentimientos soterrados en el interior de algunos jóvenes policías como el odio racial (no podían admitir que unas jóvenes blancas se mezclaran con individuos negros) y les volvió totalmente irracionales el sabor del mal que supone la dominación sobre otros seres humanos. Detroit está bien filmada, aunque es algo extensa de metraje, y es una película potente de denuncia racial. Un tema que desconozco si interesa o no a los espectadores europeos actuales. Para: Los que les guste el cine comprometido de Kathryn Bigelow Juana Samanes