Cierre de una trilogía considerada como una de las mejores del cine negro de nuestro país. El madrileño director José Luis Garci regresa al cine con uno de los personajes que más consolidaron su carrera: el detective Germán Areta, protagonista de El crack y El crack 2 (1981 y 1983), interpretados por el inolvidable Alfredo Landa.

Han pasado seis meses de la muerte en extrañas circunstancias del reputado sastre, Narciso Benavides, cuando una misteriosa mujer acude al despacho de Germán Areta, ex policía de la Brigada criminal y ahora detective privado, para encargarle que investigue el presunto suicidio de ese hombre. Ese trabajo le llevará a enfrentarse a personajes de mala calaña y a situaciones peligrosas.

Fiel a su amor al cine clásico, Garci filma en blanco y negro esta historia con poso nostálgico que se desarrolla en el año 1975. Se trata de una precuela correctísima, donde la gran actuación del actor murciano Carlos Santos logra, desde las primeras secuencias, que nos olvidemos de que no se trata del icónico intérprete español.  De hecho, la película es puro Garci, un auténtico autorretrato de todo a aquello que interesa además del séptimo arte, es decir, la literatura, el arte, el fútbol, el boxeo etc… Rodada en interiores, casi en su totalidad, debido al bajo presupuesto del film, no se resiente apenas porque la fuerza de sus largometrajes siempre ha estado en sus diálogos, algunas veces demasiado literarios, pero siempre bien escritos. En El Crack Cero algunos de ellos se alargan un poco y ralentizan el desarrollo, pero interesan. Una de las frases principales, que pronuncia el protagonista; “la gente sólo mata por amor o por dinero”, es clave en cualquier película de cine negro. Desafortunadamente en la vida real, desde hace años, conocemos otro motivo: por fanatismo.

Además de Carlos Santos asombra favorablemente el buen hacer del actor Miguel Ángel Muñoz, que interpreta al Moro, el ayudante de Areta.

Para: los que les gustaron las dos anteriores películas de Garci.