Inspirada en el cine de Eric Rohmer, uno de los pioneros de la Nouvelle Vague, donde priman los diálogos por encima de la acción, nos presenta a un alcalde falto de ideas nuevas, incluso de vigor mental, que le lleva a fichar como asesora a una licenciada en letras, experta en filosofía, para que aporte algo de aire fresco con sus propuestas. La joven, inmersa en sus propias dudas existenciales, intentará cumplir su papel de la mejor manera posible, sobre todo aportando sinceridad y sentido común.

Pertinente comedia dramática que pone en el punto de mira la frivolidad de los políticos, más interesados en perpetuarse en el poder “postureando” que en estar pendiente del bien común de sus ciudadanos. La parafernalia de asesores y colaboradores que les rodean, y que son los que realmente les dirigen en sus propuestas programáticas, resulta estremecedora.

Una rara avis dentro del cine, en el film la acción de la película se mueve por los diálogos de los personajes, que siempre versan de política. Su director, Nicolas Pariser, lo ha dejado claro: “hoy en día, la articulación pensar-discutir-actuar no parece funcionar del todo. Esta crisis es mortal para la democracia y mi película habla de ello. El alcalde de Lyon es al principio alguien que actúa sin pensar y, en el momento que vuelve a pensar, pone en peligro su capacidad de actuación”.

A pesar de resultar interesante el planteamiento, los diálogos que escuchamos entre el alcalde y su joven asistente intelectual no están a la altura de lo que esperamos, resultan exasperantes en algunos instantes por las nimiedades que pronuncian.

Según el director, el origen de la película se encuentra en su deseo de trabajar con el actor Fabrice Luchini y en las reflexiones que le provocó el documental “Le Président” de Yves Jeuland.

Para: los que les interese la sátira política.