Tras diez años complicados, Alex, un empresario dedicado a la importación de productos textiles, retoma la relación con su hija Alexandra, una adolescente con problemas de comportamiento en las aulas. Para ese reencuentro se la llevará de viaje a la India, donde él tenía sus negocios en el pasado, en lo que supondrá un punto de partida de la existencia de ambos.

Se trata de la primera película española en salas de cine tras el confinamiento, aunque realmente se trata de una coproducción con Estados Unidos e India. Supone el primer largometraje de la directora Irene Zoe Alameda, que también ha escrito la historia.

La mejor cualidad de esta apuesta cinematográfica es se ha optado por una historia original, de argumento bastante diferente a lo que vemos normalmente, a pesar de que hablemos de una relación paterno filial. Ello se debe a que introduce en la trama elementos de rabiosa actualidad como el tema del terrorismo internacional o, todavía más interesante, la relación comercial del Primer mundo con el Tercero, donde los negocios ilegales funcionan por doquier. Que el relato esté narrado en primera persona por la menor nos permite una percepción diferente a la que podría tener un adulto en algunos asuntos, también en esa compleja relación con su padre, ausente de su vida durante una década, por dramáticas circunstancias.

Rodada en localizaciones auténticas de la India, visualmente posee una fotografía bellísima, obra de Richard López, que ha jugado con las luces de esos parajes naturales consiguiendo imágenes “de postal”. Asombra favorablemente el buen trabajo de la niña Rocío Yanguas, que actuaba por primera vez en el cine y de la que se ha conseguido una interpretación natural y fresca gracias a la preparación previa que hicieron con ella tanto la directora como el protagonista, encarnado por Fernando Gil.

La película se ve de un tirón, debido a las múltiples subtramas que encierra pero, quizás, por “meterse en tantos charcos” no tiene, en ocasiones, la fuerza dramática necesaria en escenas clave y otras están tan mínimamente esbozadas que quedan algo cojas, es el caso de todo lo relacionado a  la profesión de marine de la madre americana, sin demasiados detalles, o todo lo relativo a los negocios que los occidentales hacen en países subdesarrollados aprovechándose de la mano de obra barata etc…

Posiblemente les sonará el nombre de Irene Zoe Alameda, porque esta escritora y compositora, saltó al primer plano de la actualidad cuando en el año 2013 reconoció estar detrás del seudónimo de Amy Martin, que firmaba artículos y reportajes de actualidad, excesivamente bien pagados, para la Fundación Ideas, vinculada al PSOE. Finalmente, dada la controversia suscitada, donó todo el dinero obtenido (60.000 euros).   

Para: los que quieran contemplar una película española de argumento original y con contenido para reflexionar