Cuando se acaban de publicar las tremendas cifras de suicidas en todo el mundo (800.000 en el año 2016), que lo sitúan como segunda causa principal de defunción en la franja comprendida entre los 15 y 29 años, llega a la cartelera este drama español que tiene como desencadenante el suicidio inesperado de un joven y el reencuentro entre su grupo de amigos, meses después. Es el hermano del finado, Toni, quien les da una noticia inesperada: Litus dejó una carta de despedida para cada uno de ellos.

El denominado “síndrome de Peter Pan”, que afecta a muchos jóvenes que se niegan a crecer y a asumir las responsabilidades que lleva aparejado el paso de la infancia a la madurez está en el eje de este film que se hace una pregunta: ¿Conocemos verdaderamente a nuestros amigos?

Un elenco de intérpretes españoles treinteañeros bastante conocidos (Quim Gutiérrez, Belén Cuesta, Adrián Lastra, Miguel Fernández o Marta Nieto) defienden con bastante corrección unos diálogos, en algunos momentos algo pobres y poco profundos, que sacan a la luz la falta de compromiso y frivolidad de una generación que no tiene un sentido claro de la vida ni, por supuesto, de la trascendencia; unos jóvenes individualistas que optan por decisiones drásticas por esta causa, tanto es así que en esta trama no se concede demasiada importancia a un aborto provocado cuyas razones deberían estar mejor explicadas.

Se palpa, desde la primera imagen, que el origen de la obra es teatral.

Para: los que no vieron Los amigos de Peter o Reencuentro, que tenían una trama similar y eran más profundas.