Salam es un joven palestino de 30 años, un perdedor  que vive en Jerusalén. Su último trabajo es de traductor de diálogos al hebreo de la famosa telenovela palestina “Arde Tel Aviv”, producida en Ramallah. Todos los días, para llegar a los estudios de televisión, Salam debe traspasar un estricto control israelí. Allí trabaja Assi, el comandante a cargo del puesto, cuya esposa es una gran fan de la telenovela. Para impresionarla, Assi presiona a Salam para hacer cambios en el guión, pero esas aportaciones del militar llevarán, argumentalmente, a la telenovela por caminos nunca transitados en la televisión palestina.

La situación política que arrastra Oriente Medio desde hace décadas o, si lo prefieren, el interminable conflicto palestino israelí suele abordarse en la gran pantalla de forma dramática. De ahí que sea adecuado el término de audaz para definir la comedia que propone Sameh Zoabi que se permite el lujo de tratarlo de forma ligera e humorística, inspirado, según ha manifestado, en el gran Charles Chaplin que afirmaba: "Para reír de verdad, debes ser capaz de soportar tu dolor y jugar con él."

Ficción dentro de ficción eso es lo que ofrece esta ingeniosa comedia, que apuesta, como afirma en un momento dado su protagonista, Salam, por encontrar un punto medio “entre las bombas y la rendición”, al mismo tiempo que revela que las historias de amor llegan a cualquier público, sea cual sea el lugar donde habitan, desde el momento que apelan al romanticismo, a los sentimientos.

Muy simpática, están especialmente conseguidos los diálogos, más bien enfrentamientos dialécticos, que mantienen Salam y Assi. Tanto es así que parece complicado que alguien se sienta ofendido por esta visión. En ese sentido, el director manifiesta que “la comedia permite la libertad de discutir muchos problemas serios de una manera más sutil”.

Para: los que busquen comedias diferentes e ingeniosas.