Magnífica, en forma y fondo, no es extraño que su director, Sam Mendes, haya afirmado que ha sido el trabajo más emocionante de su carrera.

En un momento álgido de la Primera Guerra Mundial, a dos jóvenes soldados británicos les encargan una misión casi imposible que podría salvar la vida de 1.600 soldados, entre ellos al hermano de uno de ellos. Para cumplirla deberán llegar a la primera línea del frente y atravesar territorio enemigo.

Inspirada en las vivencias que le contaba su abuelo, Mendes ha explicado: “no es una historia sobre él, sino más bien sobre su espíritu, sobre lo que estos hombres tuvieron que pasar, sus sacrificios, la sensación de creer en algo más grande que uno mismo”.

La magnífica descripción de la personalidad de esos dos muchachos, de corazón puro, que se defienden de los enemigos pero que no llevan en su sangre el instinto de matar, hace que el espectador sienta por ellos una gran empatía desde los primeros minutos de metraje, muy trepidantes, y que despierte su interés por lo que les depara el destino que les ha tocado. Pero, por si esto no fuera poco, Sam Mendes decidió arriesgarse más, y en colaboración con el director de fotografía Roger Deakins, optaron por una filmación que pudiéramos definir como inclusiva, donde el público se sintiera lo más inmerso posible respecto a lo que ocurre en la pantalla, por lo que la forma de conseguirlo fue rodarla en su totalidad en plano secuencia, lo que conlleva infinidad de dificultades técnicas pero una sensación de gran inmediatez. El resultado es una experiencia cinematográfica hipnótica, atrayente, de gran originalidad visual, con secuencias de una belleza formal y argumental que alucinan y entre las que no faltan, incluso,  algunas de carácter espiritual.

En cuanto a los diálogos de la película, retratan de forma precisa la postura pacifista del cineasta.  También fueron buenas decisiones contar como coguionista con  Krysty Wilson-Cairns, con Thomas Newman para la banda sonora y que los protagonistas encarnados por dos jóvenes actores, George Mackay, Dean-Charles Chapman, estuvieran respaldados por actores de prestigio en papeles secundarios, hablamos de Colin Firth, Benedict Cumberbatch o Mark Strong.

A título anecdótico llama la atención que las dos mejores películas bélicas de la última década hayan sido firmadas por directores británicos, no hay que olvidar Dunkerque (2017), de Christopher Nolan.

Para: Los que quieran ver un peliculón y los que opinen que hay seres humanos dotados de buen corazón incluso en los escenarios más terribles.