Como no creo en la justicia humana (solo tengo que acatarla porque a la fuerza ahorcan), tampoco tengo razón para escandalizarme por el caso Juana Rivas.

Pero me sorprende que quienes, en nombre del Estado de Derecho, reiteran su solemne confianza en los jueces, se enerven y escandalicen cuando una sentencia no les gusta.

Pero ¿por qué quienes hacen solemne profesión de fe en la justicia se asombran luego ante sentencias como la de Juana Rivas?

Por lo demás, insisto: creo que los jueces se han convertido en parte de un fenómeno ciertamente peligroso: lo políticamente correcto.

Sin embargo, miren por dónde, sí confío en la justicia divina. A ella me atengo.