Amigos católicos me dicen que lo mejor es no hacer caso de las blasfemias de Willy Toledo porque así le damos altavoz. Yo respondo que la TV pública de don Pedro Sánchez (con sentido de propiedad desde que colocaron a Rosa María Mateo al frente de RTVE) ya se encarga de la notoriedad del blasfemo. Además, jamás me ha gustado ignorar al enemigo: en el mundo del pensamiento, en el mundo de los seres humanos libres, lo que hay que hacer es enfrentarse a él. A ser posible en campo abierto, para no causar bajas entre los civiles.

Mientras, RTVE convierte al actor en arquetipo de la libertad de expresión

Lo haré con Chesterton (GKC) y aquí sí acepto una segunda crítica. Enfrentar a don Gilbert con Willy es matar moscas a cañonazos. Pero la contumacia de este tuercebotas en ofender a Cristo me obliga a ello. Chesterton recordaba a autores, como Thomas Hardy, la contradicción existente entre su empeño en negar la existencia de Dios y, a renglón seguido, acusarlo de desvergüenza por no existir. Algo parecido a lo del dicharacho polaco sobre los comunistas del periodo estaliniano, quienes, empeñados en difundir el ateísmo, aseguraban que todo buen comunista polaco sabía con certeza que Dios no existía porque el mismo Dios se lo había comunicado formalmente.

Porque claro, asegura GKC, si Dios no existe, el único futuro que nos queda es el futurismo, que poco tiene que ver con el futuro real, dado que tiende a confundir “el deseo con el pensamiento”.

Pasamos del Pedro Sánchez ateo, al Sánchez blasfemo, con Rosa María Mateo como musa inspiradora

Y así, “no puede haber ningún futuro para la literatura de la blasfemia: porque si fracasa, fracasa; y si triunfa, se convierte en una literatura respetable”. O sea, como Willy Toledo, quien, según, RTVE, ha optado por la “desobediencia”, un héroe enfrentado a los tribunales por el simple hecho de practicar la libertad de expresión: es decir, por hablar de ciscarse en el Creador y asegurar que aún le sobra mierda –una expresión muy lírica, propia del artista que lleva dentro– para continuar blasfemando. Pura poesía.

Por contra, GKC sentencia: “La blasfemia es el fin de todo, incluso del blasfemo”. Es una contradicción: si Dios no existe, ¿por qué blasfemar? Si Dios existe, debe ser alabado, no vituperado. La blasfemia no tiene ningún objetivo salvo el de ofender.

La blasfemia no tiene ningún objetivo salvo el de ofender

Ocurre que, en el entretanto, el aparato mediático del ateo confeso Pedro Sánchez continúa aplaudiendo al bueno de Willy, con lo que le ha convertido en su connivente. Hasta ahora, el actual presidente del gobierno se consideraba, como su modelo, Rodríguez Zapatero, ateo. Pero una vez en Moncloa, don Pedro ha evolucionado hacia un futuro radiante: del Sánchez ateo hemos pasado al Sánchez blasfemo. Con Rosa María Mateo como musa inspiradora, mismamente.

Pero lo peor de todo es lo precitado, lo del amigo Chesterton: la blasfemia es el final de todo. Incluso del blasfemo. Y una España que alaba la blasfemia, solo pueda acabar en enfrentamiento civil. Acaba en el todos contra todos.