Un cura mexicano ha quemado fotografías de la diosa indígena Pachamama, una mujer embarazada, residuo de la antigua diosa de la fertilidad, a ser posible desnuda de cintura para arriba (Ver desde el minuto 5 del vídeo en adelante).

Evo Morales, un intelectual de fuste, popularizó la Pachamama, al que dedicaba el 100 por 100 de sus tiempos píos, lo que en términos absolutos tampoco representa mucho.

Con el malhadado Sínodo de la Amazonia, y la insoportable COP25, donde el indígena bueno se ha convertido en una de las mentiras más expandidas de la nueva religión climática, hemos olvidado que los cultos primitivos americanos eran, como casi todos los cultos primitivos, dicho sea de paso, una expresión de crueldad y brutalidad que la mayor parte de las veces terminaba en sacrificios humanos.

Permitir ahora que esta memeces sangrientas sean veneradas en los templos católicos, allá donde se encuentra el Santísimo, no parece una buena idea. Yo me quedo con nuestro cura mexicano, que no renunció al espectáculo, para dejar claro lo que hacía.

Y esto es bello e instructivo porque hace 25 años servidor sería el primero en recomendar discreción. Ahora bien, en el siglo XXI al cristiano le sobra discreción y le falta exhibicionismo. Sí: exhibicionismo.

Vuelve la idolatría: la madre que peinó a la madre tierra, dicha Pachamama. ¡Bien por el cura mexicano!