Con el resurgir de Vox he escrito varios artículos sobre lo que me gusta y lo que no me gusta del partido de Santiago Abascal. Al rebufo de uno de ellos, un lector me pregunta qué entiendo yo por “voto católico”. Participa mi comunicante del extendido principio de que religión y política no tienen nada que ver. No deberían, desde luego, salvo en ese ser racional llamado hombre, obligado, por conciencia, a elegir entre la coherencia y la esquizofrenia.

Sencillo, que dijo un vasco. La antropología católica, lo que podríamos llamar 'la filosofía política católica' se pude resumir así: es Dios quien hace al hombre y no el hombre el que hace a Dios. La quisicosa tiene su importancia. Piensen un poco en las mil y una consecuencias de este asunto: el Creador decide el bien y el mal, según la naturaleza del ser creado por él. Por tanto, toda ley inmoral es injusta.

En el fondo no deja de ser el viejo amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo. Por ese orden.

Por eso, la apostasía silenciosa que estamos viviendo conduce, también en la vida pública al oscurecimiento de la esperanza, a la cultura de lo mórbido.

¿Un católico puede votar a Vox? Insisto en que no, mientras no aclare algunos puntos oscuros

Luego está la ideología católica, que también puede resumirse en una frase: el hombre es sagrado, la humanidad no. En el fondo no es más que la frase de Blas Pascal: “el hombre sobrepasa infinitamente al hombre”.

En plata, piensen en todas las barbaridades que hacen los políticos españoles en nombre de lo público, lo que es de todos y luego resulta que sólo era suyo.

Dicho esto ¿Un católico puede votar a Vox? Insisto en que no, mientras no aclare algunos puntos oscuros, por ejemplo, sobre el derecho a la vida.

Ahora bien, ¿es el partido con representación parlamentaria que ahora mismo más se aproxima a un ideario católico? Sí. Al menos en teoría, en su programa, porque lo de Andalucía ha sido una rendición, se ponga como se ponga con Javier Ortega Smith.