Dos cosas sobre los toros:

  1. Sí, la fiesta es cultura porque cultura es aquello que crea un lenguaje y el lenguaje de la tauromaquia es uno de los más ricos creados en el soporte lingüístico del español.
  2. Lo importante no es que el toreo sea una cultura. Eso es casi lo de menos. Lo que hace hermosa a la fiesta, emocionante, viva, es que un hombre se enfrente a una fiera con un trozo de trapo y, como en el chiste del oriental, el besugo y el vasco: mente superior domina a mente inferior. Y todo ello a pesar de su debilidad de física frente a un adversario que, como bien sabían los romanos, es capaz de matar a un león.

Lo de menos es que sea cultura: es un hombre que se enfrenta a una fiera armado con un pedazo de trapo

Y ahora hablemos de Mallorca, cuya presidenta, Francina Armengol, otro exponente del sanchismo, especialista en prohibir, asume los argumentos de los tonti-animalistas, blanditos todos ellos, que hablan y no paran sobre el maltrato animal. Deberían a acudir a un matadero de reses para saber que si se hiciera una encuesta entre los toros de lidia, todos ellos preferirían vivir en la dehesa y morir en la plaza antes que en un matadero. Todos prefieren ser toros bravos a bueyes mansos y esclavizados. Los primeros viven como reyes y mueren luchando. Y, además, luego nos comemos sus chuletones.

Si se hiciera una encuesta entre los toros bravos, todos ellos preferirían vivir en la dehesa y morir en la plaza

Pero se me olvidaba que los animalistas suelen ser vegetarianos, luego veganos, y se mueren de desnutrición y de hastío. Son gente muy aburrida, en muerte y en vida.

Y ojo porque Baleares se ha convertido en el laboratorio social de ingeniería social del Sanchismo. Si la cosa funciona allí, no duden de que el muy feminista gobierno Sánchez intentará prohibir los toros en el conjunto de España. Y Ábalos, hijo de novillero, lo secundará.