Pedro Sánchez ha dado un giro copernicano: de defensor con José Borrell, de Juan Guaidó a apoyar, como un Zapatero cualquiera, al comunismo bolivariano de Nicolás Maduro.

Pero las marcas del PSOE son dos: desfachatez e impunidad. En el caso bolivariano acrecentada ahora, aún más por la presencia en el Gobierno español de Pablo Iglesias, con el rostro aun más pétreo que el de Pedro Sánchez y con mucho que esconder. De hecho, aseguraba un monclovita que uno de los principales problemas de Pedro Sánchez es el chantaje al que Caracas somete a Madrid: como no nos apoyéis diplomáticamente, empezaremos a largar sobre vuestro vicepresidente Pablo Iglesias, a quien tanto hemos apoyado.

Y así, el caradura de Pablo Iglesias dice que no habla sobre Venezuela porque eso es cosa del presidente y de la ministra de Exteriores.

Mientras Diosdado, el más bestia del régimen bolivariano, acusa al pariente detenido de Gauidó de poseer explosivos

Y Carmen Calvo, siempre económica con la verdad, asegura que Guaidó sabe que Madrid no ha cambiado de opinión. Guaidó no puede responderle y llamarle algo, que no resultaría agradable, porque no puede permitirse la inquina del Gobierno de Madrid.

Sánchez asegura que Juan Guaidó está feliz con la postura de España, que le ha rebajado de presidente encargado (encargado de la transición hacia la democracia) a jefe de la oposición.

Justo en el momento en que otro sinvergüenza venezolano, Diosdado Cabello, acusa a un pariente de Guaidó, detenido, atención, porque, según Diosdado, portaba material explosivo. ¡Toma ya!

Es igual: “sostenella y no enmendalla”. Y lo mejor. Lo de Pablo Iglesias: yo no hablo de eso porque es cosa del presidente y del Exteriores pero que conste que la derecha es muy mala y, además, va a seguir mucho tiempo en la oposición.