• Ahora ya tiene votos para acelerar la dilución de la democracia.
  • El líder turco representa la figura del momento: el fanático democrático.
Tras el referéndum de ayer en Turquía, Recep Erdogan se convierte en dictador de Turquía. El que fuera hombre admirado en Europa y aliado de Estados Unidos es un fanático musulmán pero, eso sí, muy democrático. Es decir, de los que entienden que, mientras se vote en libertad, aunque sea en un ambiente opresivo, hay democracia y por tanto, hay legitimidad. Olvidan que la democracia no es que gobierne la mayoría sino que se respete a las minorías. No es que gobierne el más votado, al menos no sólo eso, sino que se respeten los derechos de individuo. Es más, democracia no es hacer lo que diga el más votado sino lo que preserva la vida democrática. Ejemplo: Hitler, o el Frente Islámico de Salvación, tampoco debieron llegar al poder por medios democráticos. Y así fue. Erdogan es, en definitiva, un demócrata fanático. Y eso nos sirve para algo más que el fanático golpista pero no mucho más. Incluso puede resultar más dañino, en cuanto no vemos el peligro. Eulogio López eulogio@hispanidad.com