La moralidad de un acto no depende de la intención con la que se realice: depende del acto en sí. Traducido: hay cosas buenas y cosas malas. Actos que siempre serán buenos y otros que siempre serán malos.

Menos barroquismos y más sinceridad con nosotros mismos: todos hacemos cabronadas. Y me temo que este cambio de actitud constituye una de las palancas que podrían forzar a que la sociedad actual recupere la sensatez. Un poco más de humildad, señores. 

Nuestro principal pecado es nuestra incapacidad para el arrepentimiento. Y recuerden: no hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón... y de poco sirve el perdón si no hay arrepentimiento por parte del ofensor.