Durante años, los medios han tenido la política de no publicar noticias relacionadas con suicidios salvo en casos de gran exposición o que motivaran otro tipo de noticias. La razón estaba clara: publicar casos de suicidio inducía a otros a suicidarse.

Recientemente, Instagram ha reforzado sus políticas para combatir la incitación o la promoción de las autolesiones y el suicidio en su plataforma con la prohibición de los contenidos de ficción, como memes o dibujos, que muestren estos temas.

Pero, lo que está ocurriendo últimamente es que el concepto del suicidio ha cambiado, hasta expandirse la idea de que “me quito la vida porque es mía y mi cuerpo es mío”. Vivimos un cambio de tendencia que nos hace mirar al suicido como algo que no tiene por qué ser algo negativo. No hay por qué ocultarlo. Vamos, pues, camino de la eutanasia. De que nos ‘eutanasiemos’ y de que nos ‘eutanasien’, si ello es preciso.

Hubo un tiempo -mejores tiempos- en los que el suicido era visto como un acto supremo de cobardía. Pero, desde el caso de Ramón Sampedro , y según el relato de Alejandro Aménabar, se abrió una senda que llevó a que se interpretarse como un acto de libertad suprema -e independientemente de la forma elegida para morir-. La progresía no se aclara... o no quiere aclararse. Todo depende de quién se trate.