Reconozco que a mí también me engañó el pensamiento políticamente correcto: Donald Trump está en periodo electoral y por eso ha asesinado al general Soleimani y se ha inventado que el iraní -que no es ni general ni militar sino un miliciano… nunca se fíen de los milicianos- era un buen hombre que luchaba contra el Estado Islámico.

Insisto: creo que Trump no debería haber apostado por el sunismo frente al chiísmo pero lo cierto es que Soleimani ha resultado un carnicero del ayatolá Jamenei y que fue abatido en Bagdad (¿qué hacía una iraní en Bagdad?).

Ante una situación de tensión como la que se vivía en Iraq y dado el cariz del personaje, yo diría que la versión de Trump es más que creíble: que preparaba un atentado contra Estados Unidos. Firmaría por ello.

En cualquier caso: cuando se trata de matar hay tres opciones:

  1. No matar. Es la mejor, aunque no siempre es posible.
  2. Matar al enemigo, a ser posible al máximo responsable del enemigo.
  3. Bombardear a militares y civiles, que es el punto donde la guerra se parece más al terrorismo.

Optó por la segunda, el asesinato selectivo, que no es la mejor pero tampoco la peor. Ir a la cabeza siempre es mejor que ir a por el enemigo sobre todo si no todos son soldados.

Pero quede claro que Soleimani no era un soldado: sólo era un miliciano, es decir, un verdugo.