• Ojo, hay radicalidades buenas.
  • Pero si eres radical no puedes ser político.
La Ley de Seguridad Ciudadana del Partido Popular es buena. Es, como dice el ministro del Interior, una ley contra los violentos. Y en un país donde el gamberrismo y el populismo comunista de Podemos, había tomado la calle, la verdad es que era necesario. En un país en que la ultraizquierda, mucho más que la ultraderecha había tomado las calles, pues la verdad: convenía poner orden. El rastro del 15-M se deja ver, institucionalmente, en Podemos, pero sobre todo en el grado de enfrentamiento civil y de insumisión contra todo y contra todos que reina en España. Porque claro hay radicalidades buenas. De hecho, la verdad es lo más radical que existe: se rebela contra todo lo que no sea concluir que dos más dos son cuatro. Ni acepta ni tan siquiera tres y medio. Ahora bien, si uno se opone a una ley porque contradice los valores morales básicos -bien, verdad y belleza, por ejemplo-, debe entrar en batalla. La moral debe privar sobre la ley injusta. Con una sola excepción: el político. El radical no puede entrar en política, no puede ser institucional. Pablo Iglesias dejó de ser radical, para convertirse en un caradura, el día en que entró en el Parlamento europeo. Lo que ocurre es que él quiere seguir jugando a radical en la calle y a institucional en el Europarlamento. Es decir, lo que no puede ser es lo de Ada Colau: cumpliré las leyes que considere justas pero no las injustas. No bonita: cumplirás todas las leyes porque eres la alcaldesa y, desde la Alcaldía, intentarás modificar la que consideres injustas. Volviendo a la ley mordaza del ministro Fernández, está muy bien. Ya era hora de que una ley pusiera un poquito, no mucho, de mano dura, en el gamberrismo actual, apenas penado que reina en las calles españolas, dominadas por el que más grita. Por cierto, cuidado con la reforma paralela, la del Código Penal y sus delitos de Odio. Eso sí que es grave, liberticida y, sencillamente estúpido por parte del PP. Eso sí es una ley mordaza sobre todo para cualquier exceso de la ideología de género… que sólo tiene excesos. Eulogio López eulogio@hispanidad.com