Así termina el padre Santiago Martín su comentario sobre el revolucionario escrito de Benedicto XVI al que aludíamos en Hispanidad días atrás. Estas son las palabras de Martín:

Los que insultan al Papa Benedicto o a los que pensamos como él, pueden hacer todavía mucho daño, pero son zombis, cadáveres aún vivientes, pero cadáveres al fin. La Iglesia de siempre, no la otra Iglesia esclava del mundo que ellos promueven, la Iglesia de los santos, está viva aunque esté sufriendo por todo lo que está pasando, y sigue dando frutos. Cuando llegue la hora, aparecerá brillante para ser de nuevo la luz del mundo. Mientras tanto, perseveremos en la persecución y recemos para que esa hora llegue pronto. Y no olvidemos las palabras de San Lucas: “Cuando estas cosas empiezan a suceder, levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación”. El mensaje del Papa Benedicto indica que esa hora está próxima”.

¿Se refiere a la segunda venida de Cristo, al fin del mundo, que, por cierto, no tienen por qué coincidir? Martín no lo dice, pero sí recoge, creo que con nitidez, el espíritu de Ratzinger: la resurrección de la Iglesia tras la crisis más profunda de su historia está próxima y en la “Iglesia de los santos” la verdad triunfará sobre la podredumbre (esto último no lo digo yo, lo dice el cardenal Sarah).

Pero en el entretanto, Benedicto XVI dice en “La Iglesia y los abusos sexuales” (ver texto completo), y Martín lo recoge, que los católicos debemos estar dispuestos hasta el martirio. Palabra fuerte.

La filosofía de fondo: si es bueno es inequívoco, si es verdad es absoluta, si es bello es atractivo

También dice Ratzinger, y recoge Martín, que la crisis actual de la Iglesia parte de la revolución sexual de 1968 que llegó a considerar la pederastia como algo positivo. Pero ojo, no olvidemos lo que silencian los medios: que Benedicto XVI, como parte de esa crisis, menciona los grupos de activistas homosexuales infiltrados en los seminarios. Al parecer, pocos miembros de la Curia se atreven a recordar este hecho fácilmente comprobable, aunque todos se rasguen las vestiduras con la pederastia clerical.

Santiago Martín también analiza la consecuencia última de la crisis de la iglesia, que tiene nombre propio: la profanación permanente de la Eucaristía. Y mucho cuidado, que con la Eucaristía no se juega: eso sí que sería el final.

La filosofía de fondo de La Iglesia y los abusos sexuales es el relativismo, cuya burbuja social fue el Mayo Francés. Aunque esto no interese a todo el mundo sigue siendo la causa de todo el desmadre actual, también del desmadre sexual. El antídoto de Ratzinger puede resumirse así (y que me perdone Ratzinger):

  1. Si es bueno es único. No puede ocurrir que una cosa sea buena y su contraria también.
  2. Si es verdad es absoluta. Porque si no es absoluta no es verdad. Dicho de otra forma: la verdad existe.
  3. Si es belleza es inequívoca. La belleza, como el bien y la verdad, no depende de los gustos de cada cual. Ya saben: sobre gustos no hay nada escrito, pero lo poco que hay escrito nadie lo lee.

La radical objetividad del bien, la verdad y la belleza es algo que acompañó al hombre durante miles de años. Vamos, que no necesitaba explicación alguna. Hasta que llegó la modernidad y lo fastidió todo, porque, en efecto, si el bien, la verdad y la belleza son intercambiables o inasumibles: ¿Qué más da todo? La progresía actual debería recordar a ese gran anticlerical, que no cristófobo, llamado Voltaire, al que aterraba un pueblo de ateos. A lo mejor deseaba, pero también lo sabía ingobernable. Era listo, el tío.